GUSTAVO PETRO - El oscuro pasado de un calumniador
Sólo hay un país donde un delincuente se
puede convertir en el árbitro de la moral pública. Y eso sucede porque la
prensa, que demuestra poco espíritu crítico, lo permite. Ese país es Colombia.
En nuestro país un individuo que encabezó
un grupo que se dedicó al asesinato, al secuestro, a la extorsión, y que hizo
"trabajos" financiados por el narcotráfico se ha convertido para
muchos ingenuos en el árbitro de la moral. Se trata del congresista Gustavo
Petro, quien fue dirigente del M-19, un grupo terrorista sanguinario. En otro
país estaría en la cárcel o, en el mejor de los casos, relegado al anonimato.
A pesar de que el M-19 cometió algunos de
los más espantosos delitos, todos sus crímenes fueron indultados o amnistiados
en aras de la paz, y además olvidados por la mayoría de los colombianos,
incluidos, parece ser, todos los periodistas. No existía una ley de
alternatividad penal como la que hoy se discute, que obliga a reparar y
confesar. Por el contrario, los criminales de esa organización fueron premiados
con cargos públicos y mucho dinero.
Un secuestrador, un extorsionista o un
asesino, no dejan de serlo por el hecho de disfrutar de la amnistía. Es un
sello descriptivo de conducta que se lleva para siempre. Pero las actividades
cuestionables de Petro no terminaron con la dejación de las armas. Luego
resultó ser el político colombiano favorito del golpista Hugo Chávez. La
amistad nació cuando el actual presidente de Venezuela, después un fracasado
golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, huía de la justicia
de su país. Una foto registra la unión de "bolivarianos" en el Puente
de Boyacá. Hace poco, Petro encabezó una marcha de izquierdistas colombianos
que viajaron a Caracas a dar apoyo al dictador venezolano.
Petro es también viajero frecuente. Asiste
a cualquier foro donde tenga oportunidad de oponerse a todo aquello que resulte
inconveniente a las FARC o al ELN. Recientemente viajó a Europa donde fue
personaje clave en el intento por sabotear el viaje del presidente Uribe.
Ahora, resulta que el secuestrador y
asesino amnistiado es experto en derechos humanos, y su experiencia como
extorsionista y asaltante le permiten ser experto en honestidad pública. Su
oficio principal, sin embargo, es la calumnia. Protegido por el fuero
parlamentario, calumnia a quien quiere.
Es bueno recordar algunas de las
atrocidades del M-19, dirigido por Petro y sus secuaces. Inicialmente los
colombianos creyeron que era un grupo de ladrones idealistas, puesto que la
primera acción del novel grupo armado fue el robo de la espada de Bolívar.
Pronto se vio su verdadera naturaleza: Secuestraron y asesinaron a José Raquel
Mercado, presidente de una central sindical. Quienes hoy se presentan como
defensores de los derechos humanos ejecutaron a sangre fría a una persona
indefensa. Más tarde vendría la toma de la embajada de la República Dominicana , y luego, ya al final de su periplo asesino, la toma a sangre y
fuego del Palacio de Justicia. En este caso, para empezar, asesinaron a los
celadores. El incendio de los expedientes y el asesinato de los magistrados de
la sala penal tampoco fue una casualidad. Era un mandado para los narcos, que habían
financiado a los terroristas y querían evitar la extradición.
Conviene recordar una actuación que es
clara muestra de la crueldad extrema del grupo: el caso de Nicolás Escobar
Soto. Este ejecutivo, presidente de la petrolera Texas, fue secuestrado e
internado en una "cárcel del pueblo". El M-19 había excavado una
cueva bajo el piso de una vivienda para mantener allí a las víctimas. La cámara
estaba a unos cuatro o cinco metros de profundidad y a ella se accedía por un
agujero vertical. Quien escribe estas líneas visitó el lugar. Cuando la fuerza
pública intentó el rescate de Escobar Soto, el terrorista encargado de
vigilarlo lo asesinó. El testimonio de quienes vieron el cadáver del industrial
fue desgarrador. Encerrado en una húmeda cueva durante semanas, su cuerpo
estaba cubierto de hongos; tenía el aspecto de una víctima de Auschwitz.
Es bueno que los desmemoriados periodistas
que tanta prensa le dan al señor Petro recuerden su repulsivo pasado criminal.
Conviene sugerirles que, con un mínimo esfuerzo, pueden encontrar algún
guardián de la moral pública respetable y un experto en derechos humanos que no
los haya violado todos.
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