martes, 18 de marzo de 2014

GUSTAVO PETRO - El oscuro pasado de un calumniador.

GUSTAVO PETRO - El oscuro pasado de un calumniador




Sólo hay un país donde un delincuente se puede convertir en el árbitro de la moral pública. Y eso sucede porque la prensa, que demuestra poco espíritu crítico, lo permite. Ese país es Colombia.

En nuestro país un individuo que encabezó un grupo que se dedicó al asesinato, al secuestro, a la extorsión, y que hizo "trabajos" financiados por el narcotráfico se ha convertido para muchos ingenuos en el árbitro de la moral. Se trata del congresista Gustavo Petro, quien fue dirigente del M-19, un grupo terrorista sanguinario. En otro país estaría en la cárcel o, en el mejor de los casos, relegado al anonimato.

A pesar de que el M-19 cometió algunos de los más espantosos delitos, todos sus crímenes fueron indultados o amnistiados en aras de la paz, y además olvidados por la mayoría de los colombianos, incluidos, parece ser, todos los periodistas. No existía una ley de alternatividad penal como la que hoy se discute, que obliga a reparar y confesar. Por el contrario, los criminales de esa organización fueron premiados con cargos públicos y mucho dinero.

Un secuestrador, un extorsionista o un asesino, no dejan de serlo por el hecho de disfrutar de la amnistía. Es un sello descriptivo de conducta que se lleva para siempre. Pero las actividades cuestionables de Petro no terminaron con la dejación de las armas. Luego resultó ser el político colombiano favorito del golpista Hugo Chávez. La amistad nació cuando el actual presidente de Venezuela, después un fracasado golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, huía de la justicia de su país. Una foto registra la unión de "bolivarianos" en el Puente de Boyacá. Hace poco, Petro encabezó una marcha de izquierdistas colombianos que viajaron a Caracas a dar apoyo al dictador venezolano.

Petro es también viajero frecuente. Asiste a cualquier foro donde tenga oportunidad de oponerse a todo aquello que resulte inconveniente a las FARC o al ELN. Recientemente viajó a Europa donde fue personaje clave en el intento por sabotear el viaje del presidente Uribe.

Ahora, resulta que el secuestrador y asesino amnistiado es experto en derechos humanos, y su experiencia como extorsionista y asaltante le permiten ser experto en honestidad pública. Su oficio principal, sin embargo, es la calumnia. Protegido por el fuero parlamentario, calumnia a quien quiere.

Es bueno recordar algunas de las atrocidades del M-19, dirigido por Petro y sus secuaces. Inicialmente los colombianos creyeron que era un grupo de ladrones idealistas, puesto que la primera acción del novel grupo armado fue el robo de la espada de Bolívar. Pronto se vio su verdadera naturaleza: Secuestraron y asesinaron a José Raquel Mercado, presidente de una central sindical. Quienes hoy se presentan como defensores de los derechos humanos ejecutaron a sangre fría a una persona indefensa. Más tarde vendría la toma de la embajada de la República Dominicana, y luego, ya al final de su periplo asesino, la toma a sangre y fuego del Palacio de Justicia. En este caso, para empezar, asesinaron a los celadores. El incendio de los expedientes y el asesinato de los magistrados de la sala penal tampoco fue una casualidad. Era un mandado para los narcos, que habían financiado a los terroristas y querían evitar la extradición.

Conviene recordar una actuación que es clara muestra de la crueldad extrema del grupo: el caso de Nicolás Escobar Soto. Este ejecutivo, presidente de la petrolera Texas, fue secuestrado e internado en una "cárcel del pueblo". El M-19 había excavado una cueva bajo el piso de una vivienda para mantener allí a las víctimas. La cámara estaba a unos cuatro o cinco metros de profundidad y a ella se accedía por un agujero vertical. Quien escribe estas líneas visitó el lugar. Cuando la fuerza pública intentó el rescate de Escobar Soto, el terrorista encargado de vigilarlo lo asesinó. El testimonio de quienes vieron el cadáver del industrial fue desgarrador. Encerrado en una húmeda cueva durante semanas, su cuerpo estaba cubierto de hongos; tenía el aspecto de una víctima de Auschwitz.

Es bueno que los desmemoriados periodistas que tanta prensa le dan al señor Petro recuerden su repulsivo pasado criminal. Conviene sugerirles que, con un mínimo esfuerzo, pueden encontrar algún  guardián de la moral pública respetable y un experto en derechos humanos que no los haya violado todos.


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