jueves, 6 de noviembre de 2014

Noah.

Noah.




     "El silencio despertó a Alicia. Normalmente eran los gritos los que la hacían levantarse asustada a intervalos regulares, pero esa noche era diferente. Esa noche su pecho permanecía mudo.
     -¿Noel?- susurró, y buscó a tientas la cabecita de su hijo. Faltaba poco para la una de la mañana, de modo que probablemente no hubiera corriente eléctrica en Lupang Pangako, la "estación final", como llamaban sus habitantes al mayor barrio de chabolas de Quezon City, en la zona metropolitana de Maniela. Pero aun cuando hubiera podido encender la luz, Alicia habría decidido no hacerlo."

     Hay autores que son automáticamente identificados por una desus obras. Y eso es justo lo que le sucede a Fitzek, es inevitable pensar enTerapia
 cuando hablamos de él, pero también sucede que debido a esa fama, a ese título que tanto ha gustado, seguimos la estela y buscamos sus obras. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Noah.

     Conocemos a Noah, y se puede decir que lo conocemos a la vez que se conoce él mismo, ya que tras recuperar la consciencia en Berlín y ver que tiene una herida, no recuerda nada. Parece que vive en la calle, sin hogar, y que su único dato es el nombre que tiene tatuado en la palma de la mano: "Noah". Lo conocemos acompañado de un sin techo, Óscar, mientras busca su identidad. Pronto descubrimos que no sólo no vive en la calle, sino que intentan matarlo, parece que Noah posee algo vital para mucha gente, o forma parte de ello.

     Noah es un personaje que, en algunos momentos, me recordó a Bourne. Supongo que es inevitable establecer un cierto paralelismo ya desde el punto de partida. El autor nos hace un retrato perfecto de un hombre que busca su identidad y que sabe que no es una persona más. Lo acompañan para ello Óscar como contrapunto, y podría decirse que el cuarteto central lo cierran una periodista y un agente de los que no daré más datos.

    La novela se estructura, como viene siendo habitual en este autor, en capítulos cortos, lo que otorga dinamismo extra a una historia que va ganando en velocidad a medida que avanzamos. Fitzek sigue recurriendo alcliffhanger en muchos capítulos, dejándonos justo con la miel en los labios para así invitarnos a continuar leyendo; aunque tengo que reconocer que esta vez no me ha resultado pesado como en otros títulos en los que parecía no saber finalizar un capítulo de otro modo. Fitzek esta vez nos habla también de energía, de mendigos, de recursos desperdiciados... y lo hace consiguiendo que el lector reflexione ante sus palabras sin que por ello tiñan a la novela de esas moralinas que parecen querer educarnos.
     Apoyados en estos puntos pronto comprendemos que Noah tiene una importancia vital, y lo acompañamos en su búsqueda de respuestas, descubriendo que hay ocasiones en las que una respuesta sólo da pie a nuevas preguntas. Nos tocará correr, investigar, esquivar disparos (muchos), defendernos... y todo ello con las habituales piruetas de un autor que consigue dar giros inesperados sin perder pie.

     Comentaba que el personaje me ha recordado a Bourne y tal vez sea por eso que he tenido la sensación de estar ante una novela muy cinematográfica con una historia que, si bien no destaca por su originalidad, me ha parecido francamente entretenida. Si lo que se busca es una novela con la que se nos pasen las horas muertas, incapaces de soltarla, este es el libro adecuado.
     Decía el autor de este libro, que esta vez había escrito algo un poco diferente, que buscaba escribir una novela entretenida. Y lo consigue con creces, os lo puedo asegurar.

     Dejando de lado a los clásicos es cierto que hay escritores que consiguen tanto éxito con un libro que automáticamente se les referencia con él. Por un lado es casi encasillarlos y puede parecer que opaca sus siguientes títulos, pero por otro también hará que muchos lectores busquen sus siguientes obras. Vosotros qué pensáis, ¿beneficia o perjudica eso de cambiar el nombre por "el autor de..."?

Sebastian Fitzek



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