Cargado
de piedras
Autor: Juan Manuel
Lo que sucedió a un hombre que
iba cargado de piedras preciosas y se ahogó en un río
Un día dijo el
conde a Patronio que tenía muchas ganas de quedarse en un sitio en el que le
habían de dar mucho dinero, lo que le suponía un beneficio grande, pero que tenía
mucho miedo de que si se quedaba, su vida correría peligro: por lo que le
rogaba que le aconsejara qué debía hacer.
-Señor conde -respondió Patronio-, para que hagáis lo que creo que os conviene más, me gustaría que supierais lo que sucedió a un hombre que llevaba encima grandes riquezas y cruzaba un río.
-Señor conde -respondió Patronio-, para que hagáis lo que creo que os conviene más, me gustaría que supierais lo que sucedió a un hombre que llevaba encima grandes riquezas y cruzaba un río.
El conde preguntó
qué le había sucedido.
-Señor conde -dijo
Patronio-, un hombre llevaba a cuestas una gran cantidad de piedras preciosas;
tantas eran que pesaban mucho. Sucedió que tenía que pasar un río y como llevaba una carga
tan grande se hundía mucho más que si no la llevara; al llegar a la mitad del río se empezó a
hundir aún más. Un hombre que estaba en la orilla le comenzó a dar voces y a
decirle que si no soltaba aquella carga se ahogaría. Aquel majadero no se dio
cuenta de que, si se ahogaba, perdería sus riquezas junto con la vida, y, si
las soltaba, perdería las riquezas pero no la vida. Por no perder las piedras
preciosas que traía consigo no quiso soltarlas y murió en el río.
A vos, señor conde
Lucanor, aunque no dudo que os vendría muy bien recibir el dinero y cualquier
otra cosa que os quieran dar, os aconsejo que si hay peligro en quedaros allí
no lo hagáis por afán de riquezas. También os aconsejo que nunca aventuréis
vuestra vida si no en defensa de vuestra honra o por alguna cosa a que estéis
obligado, pues el que poco se precia, y arriesga su vida por codicia o
frivolidad, es aquel que no aspira a hacer grandes cosas. Por el contrario, el
que se precia mucho ha de obrar de modo que le precien también los otros, ya
que el hombre no es preciado porque él se precie, sino por hacer obras que le
ganen la estimación de los demás. Convenceos de que el hombre que vale precia
mucho su vida y no la arriesga por codicia o pequeña ocasión; pero en lo que
verdaderamente debe aventurarse nadie la arriesgara de tan buena gana ni tan
pronto como el que mucho vale
y se precia mucho.
Al conde gustó
mucho la moraleja, obró según ella y le fue muy bien. Viendo don Juan que este
cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen
así:
A quien por
codicia la vida aventura,
la más de las veces el bien poco dura.
la más de las veces el bien poco dura.
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