CARTA DE AMOR A UNA DESCONOCIDA
Querida mía:
Vuelvo a ti desde el más absoluto de los ostracismos.
Por ello no me conoces ni te conozco.
Saber de mi no creo que puedas:
es imposible tener entidad después de tantos años de buscarte.
Es imposible que tú sepas de mi amor
cuando todos los amores te acallaron.
En la irrealidad de los tiempos es que la lluvia muere, gota a gota,
para germinar en la timidez de una dama de noche.
Y esa solanicea recoge tu rostro escondido
en el extravió mohoso del espacio.
Es así que quiero amarte:
como a una flor intangible que se niegue a todas las caricias,
porque no tengo manos para arrullarte,
no tengo alas para surcar el cielo de tus senos,
no tengo labios que besen tus parpados
ni aliento para entibiar tu vientre.
Quiero que me ames así, incompleto; cuajado de penurias,
alforza para suturar todos los pretéritos; desde la lejanía,
pero hacedor de hechizos, triunfal canto de alabanzas,
dulce miel en la concavidad de un arna.
Es así que deseo que me ames.
No tienes más remedio: el hado incomprensible así lo quiere.
Somos esclavos de la ternura sin conocernos,
incautación de voluntades,
sin razón del abismo de luz que nos separa,
deber que asignaron los señores de la alquimia enamorada,
magia del viento que amaina
para escuchar las voces ensombrecidas
que pretenden acallar veinte líneas escritas a fuego, pasión y ansia.
No esperes que firme esta carta:
tantas vidas, tantos soles, tanto amor enceguecido en la exclusión
me han quitado hasta el nombre que guardaba para que lo pronunciaras.
Juan Jose Mestre
Querida mía:
Vuelvo a ti desde el más absoluto de los ostracismos.
Por ello no me conoces ni te conozco.
Saber de mi no creo que puedas:
es imposible tener entidad después de tantos años de buscarte.
Es imposible que tú sepas de mi amor
cuando todos los amores te acallaron.
En la irrealidad de los tiempos es que la lluvia muere, gota a gota,
para germinar en la timidez de una dama de noche.
Y esa solanicea recoge tu rostro escondido
en el extravió mohoso del espacio.
Es así que quiero amarte:
como a una flor intangible que se niegue a todas las caricias,
porque no tengo manos para arrullarte,
no tengo alas para surcar el cielo de tus senos,
no tengo labios que besen tus parpados
ni aliento para entibiar tu vientre.
Quiero que me ames así, incompleto; cuajado de penurias,
alforza para suturar todos los pretéritos; desde la lejanía,
pero hacedor de hechizos, triunfal canto de alabanzas,
dulce miel en la concavidad de un arna.
Es así que deseo que me ames.
No tienes más remedio: el hado incomprensible así lo quiere.
Somos esclavos de la ternura sin conocernos,
incautación de voluntades,
sin razón del abismo de luz que nos separa,
deber que asignaron los señores de la alquimia enamorada,
magia del viento que amaina
para escuchar las voces ensombrecidas
que pretenden acallar veinte líneas escritas a fuego, pasión y ansia.
No esperes que firme esta carta:
tantas vidas, tantos soles, tanto amor enceguecido en la exclusión
me han quitado hasta el nombre que guardaba para que lo pronunciaras.
Juan Jose Mestre
Argentina
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