jueves, 31 de marzo de 2016

Ahora seremos felices.

Ahora seremos felices.


Hace una tarde gris. Hace un par de horas, buscando canciones en internet, encontré la que te gustaba. Me hizo recordar cuando te escuchaba cantarla por las mañanas mientras te rasurabas. Siempre que estabas de buen humor la cantabas y hasta bailabas y sonreías. Te escuché cantarla desde que yo era niño, siempre por las mañanas. No recuerdo que cantaras otra canción de la misma manera.
Sin embargo no recuerdo haberte escuchado cantarla completa. Es probable que mi memoria me traicione. Recuerdo que cantabas sólo éste fragmento:
Yo tengo ya la casita, que tanto te prometí
Y llena de margaritas, para tí, para mí
será un refugio de amores, será una cosa ideal…
Nunca tuvimos un disco, cassette o cd con la canción. Muchas veces, cuando íbamos a algún restaurante y había algún músico o un trío, vos la pedías. Preguntabas si se sabían La casita. Al fin, después de pedirla a todo músico que encontrábamos, hubo uno que al decirle un poco de la letra, de casualidad se la sabía. Así fue como supimos que se llamaba Ahora seremos felices. Y la seguimos pidiendo a los lugares en donde encontrábamos músicos. Igual, muy pocos la habían escuchado, y casi nadie se la sabía.
Cuando empezó todo esto de internet algunas veces la busqué sin resultado. Por ahí alguna vez salió la letra, pero sin la música nos quedábamos igual.
Antes de haberla encontrado hoy en el Youtube la escuché en un restaurante, en un convivio navideño, hace un poco más de dos años. Mientras yo estaba en la reunión, se apareció un músico ya anciano, ofreciendo su cantar. No había que pagarle, porque el restaurante lo patrocinaba. Cantó un par de canciones y entonces yo le pregunté si sabía Ahora seremos felices. La sabía a medias, me dijo, y cantó lo que se sabía. Se sabía lo suficiente. Me recordé de vos y pensé que si hubieras estado ahí, te hubiera alegrado escucharla de nuevo. Le agradecí muy especialmente al músico por haber cantado algo tan especial para mí. Le di algo de propina.
Cuando salí de aquella reunión, de regreso a casa en el carro, empecé a llorar. A llorar amargamente. Esa canción que nadie se sabe es tuya, y la acababa de escuchar, y ya no estabas para contártelo, para decirte que había encontrado otro músico que se la sabía.
Hoy por fin la escucho así como debiste haberla escuchado en su tiempo. Mientras afuera hay truenos y parece que va a llover, la sigo escuchando, repitiéndola un montón de veces. Por momentos me siento alegre al recordarte bailando la canción. Por momentos triste, muy triste, porque ya hace casi cinco años que dejaste el mundo de los vivos, mi querido don Juaco. No importa cuántas veces la repita, vos ya no estás aquí para poder escucharla conmigo.

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