El inmortal.
Por José Joaquín López
Uno de los principales inconvenientes de ser inmortal es que no te podés quedar en un mismo lugar. Después de diez o quince años la gente empieza a notar que no envejecés y empieza a cuestionar tu origen. Entonces es tiempo de partir. No importa lo bien que te sintás en el lugar, lo mucho que te puedan querer algunos, no importa si hay mujeres hermosas enamoradas de vos. Te tenés que ir. Les contaré la historia a grandes rasgos, pero omitiré detalles para no ponerme en peligro.
Nací en Guatemala el cinco de febrero de 1865, y créanme, todo era muy pero muy diferente. Pero la gente, de algún modo, siempre sigue siendo un poco la misma.
Durante siglos se han escrito historias de inmortales y siempre la inmortalidad es debida a algún suceso sobrenatural, como la mordida de un vampiro o un pacto con alguna oscura divinidad. No señores, no es así, lo sé por experiencia propia. Es mucho más sencillo: una curiosa combinación de genes hace que seamos inmunes a todas las enfermedades y que nuestras células se regeneren de manera constante. El efecto es que llegada la adultez no envejecemos ni enfermamos. Podemos morir en un accidente o ser asesinados, pero no morimos de enfermedad.
Hablé en plural porque no soy el único. Durante mis 150 años de existencia he conocido personalmente a tres colegas, pero hay varios por ahí. Son aquellos artistas y empresarios que desaparecen de la noche a la mañana, aquellas actrices de las que nadie supo después, esos hábiles estafadores que desaparecen en el momento justo. Algunos, aburridos de no ser como los demás, se suicidan. Otros, como yo, tenemos que idear una estrategia de supervivencia que nos permita vivir en sociedad por todo el tiempo que se pueda. Algún día tendré un accidente mortal o alguien decidirá que debo dejar de existir.
Sabemos congeniar en sociedad pero no nos apegamos a la gente y no solemos desarrollar amistades largas. Todo debe quedar en un cómodo trato superficial. El primero de los colegas que conocí llegó a mí en 1902, porque yo trabajaba en un muy conveniente puesto en el registro civil de Guatemala. No sé cómo, pero supo al instante que yo era de los inmortales. Por supuesto, le di trámite a su defunción y lo resucité con otro nombre. En aquel tiempo él tenía 95 años, pero se miraba de 30. Se fue a México y me envió cartas durante un par de años, pero no supe más de él. En las cartas, sin embargo, nunca habló de su experiencia como inmortal. De manera verbal, antes de irse, me dijo que planeaba suicidarse algún día porque la vida tiene que terminar.
He estado en varios países y me libré por poco de sufrir en la primera y segunda guerras mundiales. Aquello fue realmente de terror, pero logré viajar antes de que sucediera todo. La circunstancia de no permanecer en ningún lugar hizo que no estuviera en ninguna guerra, por fortuna.
Aparento unos 25-30 años y procuro mantenerme en forma y alejarme de actividades delictivas, salvo por la estafa. Es fácil quitarle a la gente el dinero si se dice lo que quieren escuchar. Con los años de experiencia, ya sé leer a la gente, ya sé de quién me puedo aprovechar o no. La primera regla de la estafa dice que no se puede estafar a un hombre honrado y eso he tenido mucho tiempo de comprobarlo, una y otra vez.
Me entretengo con mucha lectura y con el violín. Me río siempre que leo a algún escritor joven en alguna entrevista de prensa. Todos creen ser geniales y que serán recordados. No es así, todo mundo será olvidado, salvo algunos cuantos genios, y lo más probable es que el de la entrevista de la prensa no lo sea. Cuando leo la entrevista de algún escritor viejo, lo que me da es lástima. Ya tuvo tiempo de enterarse de qué va el asunto y si sigue en las mismas no es más que un pendejo.
Mi modo de operar los negocios es llegar a una nueva ciudad, alquilar una oficina lujosa en un sector exclusivo y visitar algunos clubs de gente con dinero. Los nuevos ricos son mi mercado, pero a veces también caen los hijos de ricos que son desordenados en sus gastos. Me vendo como inversor inmobiliario, inversor de la bolsa de valores o experto en antigüedades. Soy muy bueno con las antigüedades, tanto para fabricarlas como para conocer las verdaderas. Luego con documentos sencillos se logra dar la apariencia de formalidad y la gente me entrega su dinero con la avaricia encendida.
Todo se trata de apariencias y de envidia. Tenés que generar envidia en los clientes para que den su dinero con la idea de que lograrán igualarte o incluso superarte.
A estas alturas del relato, supongo que ya algún listo me habrá diagnosticado como un demente con delirios de grandeza que además es psicópata. Puedo asegurarles que todo lo que digo es cierto, y que la experiencia que me da mi tiempo prolongado de vida ha sido un factor clave en mi supervivencia.
Conocí el teléfono, el cine y la televisión cuando era novedad, luego vino la televisión por cable, luego el teléfono celular e internet. Es fantástico esto de internet. La estafa nigeriana es una de mis favoritas.
Sucedió que un investigador una vez fue más hábil que yo y me atraparon. Pasé varios años en la cárcel en España en los años 1960 y me perdí un poco del inicio de la temporada de los hippies. El peor delito del mundo y el más castigado es el asesinato, así que siempre me cuidé de no llegar a tales extremos.
No he acumulado mucho dinero porque eso es además de muy llamativo, un lastre cuando te querés ir de alguna ciudad, sobre todo si son propiedades. Es mejor mantener la maleta liviana.
Me enamoré una docena de veces, y la mujer que más recuerdo aún hoy, es Alicia. Fue a la única que no abandoné, porque murió poco tiempo después de casarnos, cuando cayó en un lago no sabiendo nadar en un paseo que daban con su familia y al que no asistí yo. Eso fue en el año 1984, cuando yo estaba en Chile. Era una mujer muy hermosa e inteligente, y creo que fue la única que ha sospechado de mi naturaleza peculiar.
Ahora estoy encerrado en un hospital psiquiátrico. Es obvio que no he dicho nada de esto al personal e incluso estoy de encargado de la biblioteca. Saldré en un año y de nuevo me mezclaré por ahí. Si mirás que un hombre joven llega por tu ciudad con un nuevo negocio muy rentable, es muy probable que sea yo. Pero no temás si sos honrado, sólo puedo tomar el dinero de los ambiciosos, porque sólo ellos estarán dispuestos a entregármelo.
Es la primera vez que hablo tan abiertamente de lo que soy y lo que hago. Agradezco al dueño de este blog, quien cedió este espacio para que pudiera librarme del deseo de contárselo a alguien. Sé que la mayoría de lectores no creerá nada, pero con que haya una sola persona que sepa y acepte mi verdad será suficiente. Tal vez encuentre algún otro inmortal entre los lectores y al comunicarnos se alivie un poco el sentimiento de soledad.