MATEMATICA AMOROSA.
Eres la dulce mariposa
que se arrastra en los cabellos
de mis paginas
a retozar con mis deseos
enfebrecidos por tus versos.
Desoyes los llantos del hastío
porque vengo a regalarte
las dulces pisadas de mi pluma,
a ahogarte con Ángeles nocturnos
sintiendo aun sus pétalos mojados
de las caricias de mis besos.
Siénteme nevar sobre tus soledades,
y en voz baja
discute la magnitud de mis desvelos
disfrazados en la niñez
de tus lozanas retinas.
Pienso ser el espía
que en algún lugar de tus oídos
deje el mensaje de mi reloj
envuelto en ópalos trigueños.
Minara con juramentos creíbles
los litorales de dudas
en el desconcierto de tus mejillas:
sabré plantarte océanos, ecos,
colinas de almohadas imparciales.
Entenderás mi dialecto
cuando mis signos crucen lenguas
con tus piernas, y mis brazos
enrejen tu cintura
fermentando delirios en tu sangre
que cicatricen mis huecos.
Ven!, vamos a firmar un armisticio
sin dicción, ni argumentos:
dame tus manos desamparadas
y siente al fuego
prometerte un hoy sin adversarios
en el zodiaco oloroso
de jardines con claveles muertos.
Ven mujer, anhélame!,
que somos sol y luna:
la aritmética perfecta de dos cuerpos
que se juntan para amarse.
Daniel Montolya.
Eres la dulce mariposa
que se arrastra en los cabellos
de mis paginas
a retozar con mis deseos
enfebrecidos por tus versos.
Desoyes los llantos del hastío
porque vengo a regalarte
las dulces pisadas de mi pluma,
a ahogarte con Ángeles nocturnos
sintiendo aun sus pétalos mojados
de las caricias de mis besos.
Siénteme nevar sobre tus soledades,
y en voz baja
discute la magnitud de mis desvelos
disfrazados en la niñez
de tus lozanas retinas.
Pienso ser el espía
que en algún lugar de tus oídos
deje el mensaje de mi reloj
envuelto en ópalos trigueños.
Minara con juramentos creíbles
los litorales de dudas
en el desconcierto de tus mejillas:
sabré plantarte océanos, ecos,
colinas de almohadas imparciales.
Entenderás mi dialecto
cuando mis signos crucen lenguas
con tus piernas, y mis brazos
enrejen tu cintura
fermentando delirios en tu sangre
que cicatricen mis huecos.
Ven!, vamos a firmar un armisticio
sin dicción, ni argumentos:
dame tus manos desamparadas
y siente al fuego
prometerte un hoy sin adversarios
en el zodiaco oloroso
de jardines con claveles muertos.
Ven mujer, anhélame!,
que somos sol y luna:
la aritmética perfecta de dos cuerpos
que se juntan para amarse.
Daniel Montolya.
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